martes, 8 de marzo de 2011

Junto al fuego

Calentando unas brasas, quemando un cisne amarillo de plumas doradas y afiladas. Me siento junto a la lumbre a escuchar los quejidos de la madera, el croar de las chispas saltando alegremente y muriendo limpias en el aire. Rojas y encendidas primero, después gris color ceniza inapreciable ante tanta algarabía de colores.
Tal vez no sea muy común merendar cisne, y aún menos común creo que es un cisne de este plumaje. No fue fácil conseguirlo, para ello tuve que caminar días y días sin descanso por lugares donde nunca antes el humano puso el pie, tuve que ascender montañas, cruzar ríos, beber de aguas tuertas, tuve que pedir favores que me será imposible devolver y pasar cerca de media vida, largos años, hasta encontrarme con el. Hubiera sido mucho más fácil, tal vez, robar un cisne común, comprar un spray amarillo y rociar al animal con él, pero entender que no hubiese sido lo mismo.
Derrochar todo por nada, como quien dedica su vida a recolectar chapas, contar nubes, acumular fortuna o escribir poemas, esa era la idea, gastar el tiempo en lo fútil e innecesario.
Y lo conseguí. Ahora aquí me hallo comiéndome la escasa carne de un cisne amarillo de plumas doradas y afiladas y la verdad: No tiene muy buen sabor

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